La fotografía es la hermana pobre de la pintura, la
cenicienta dentro del cuento de las artes, donde todo parece mucho más difícil
que fotografiar. No me negarán que sacar la estatua de David de un bloque de
mármol amorfo, plasmar la Gioconda en un lienzo blanco o convertir el simple
ruido en una sinfonía, es más complicado que apretar un botón. Y tener
enseguida un fotograma idéntico a lo que tenemos delante de nuestras narices.
Si no es muy difícil de hacer, lo más seguro es que no sea arte, o si lo es, se
tratará de un arte menor.
No pretendo con estas letras poner una cosa por encima de la
otra, no pretendo reivindicar nada ni ser la voz de otras personas, que como
yo, sienten, viven la semana santa, luchan, se esfuerzan, a veces lloran en
medio de la calle.
Ser cofrade es ser cristiano, y ser cristiano es ser
generoso. Pocos colectivos tienen una cuota de generosidad con el mundo cofrade
más alta que la de los que hacemos fotografía a pie de calle. A veces
denostados, criticados, incluso menospreciados. Sólo un fantasma puede estar
por la calle sin estorbar absolutamente a nadie. Los que hacemos fotografía
cofrade tenemos alma, pero también un cuerpo físico que ocupa un espacio en el
mundo real, por eso a veces se hace imposible pasar del todo desapercibido, por
mucho que se intente.
En la tranquilidad de su casa, de su estudio. Sin prisas,
sin bullas, cualquier artista de los de verdad, convierte un lienzo blanco en
un maravilloso cartel de semana santa. Si se equivoca tiene margen para
solucionarlo, si cambia de idea sobre la marcha, también. Nunca llueve en el
estudio de un pintor. Cualquier artista de los de verdad, recibe el encargo con
tiempo de sobra, recibe sus honorarios correspondientes, recibe alguna clase de
instrucción o puede que tenga libertad plena para pintar lo que quiera.
Cualquier artista de verdad, te hace una obra de arte, de las de verdad.
A pie de calle, justo el día de la procesión, a la hora
exacta, cualquier fotógrafo tendrá un montón de obstáculos que superar.
Cualquier fotógrafo, a esa hora y en ese lugar, tendrá una oportunidad, o tal
vez ninguna, de hacer esa fotografía con la que ha soñado, o se ha imaginado.
Cualquier fotógrafo cuando ha adquirido su equipo, se ha molestado en aprender
a manejarlo, ha dedicado buena parte de su tiempo, de su vida incluso, a
comprender el misterio de las luces y las sombras, a comprender que detrás del
gesto facilón de pulsar un botón, se esconde una ciencia rayando casi en la
alquimia, en la magia.
Cualquier fotógrafo se encontrará unas calles plagadas de
cables colgando, señales de tráfico, aparatos de aire acondicionado, o farolas
con unas tonalidades dispares. A pie de calle es todo, condenadamente real.
Permítanme la comparativa, pintar un cuadro sería como jugar
una partida de ajedrez donde hacer una fotografía equivaldría a pelear en una
batalla, pero de las de verdad. En la vida real, unos mueven fichas en un
tablero y otros luchan, pasa con todo.
Pensarán que estoy elevando a unos y menospreciando a otros,
nada más lejos de mi intención. Pero hablando de intenciones, a menudo la que
acompaña al fotógrafo es de una generosidad sin límites, el que nunca haya
regalado sus fotos, que tire la primera… fotografía.
¿Cuánto costará cada pincelada que da un pintor en un
lienzo?, como para preguntarle a Velázquez o a Leonardo. Tal vez el fotógrafo
cofrade no sea un artista, tal vez no merezca ni estar en el sitio que ocupa en
una calle. Pero el caso es que está ahí, dejándose la piel para hacer una
fotografía que luego casi seguro regalará.
En el fondo, son dos cosas que no se pueden comparar, unos
gozan de un don que los convierte en artistas, otros gozan de un gen que les
permite articular los dedos de una mano y apretar un simple botón.
Unos inventan la belleza partiendo de la nada, otros son
capaces de robársela a la mismísima realidad, delante de sus narices. Unos
ponen la mano y otros, se llevan el palo.
No me pregunten por qué prefiero una fotografía, ¿Acaso
ustedes hubieran preferido que la sangre de Cristo en la cruz hubiera sido un
pigmento rojo? No me pregunten por qué prefiero lo real, antes que lo
imaginario.
Más información: http://www.lavozdecordoba.es/
Redacción:
Foto: Fran
Granado
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