Foto: Fco.Granado |
Pero toda esa alegría interior,
confort, satisfacción de una promesa cumplida
se transformó en una pesadilla,
eso quería pensar yo que era una pesadilla, un mal sueño, pero era una
realidad, era la vida misma.
Todo se truncó el Jueves Santo,
lluvia, frio, tormenta,….otro Cristo atado a la
columna, nuestro Cristo de la
Misericordia, no hace estación de penitencia y
pasadas las 19:30 del Jueves Santo… accidente de tráfico: mi familia y
mi amigo Agustín, ……más frio, más lluvia, hospital, desconcierto, mucho
desconcierto.
Esa noche ningunee el accidente, los daños
sufridos, las consecuencias y mi única obsesión era el poder acostarme,
acostarme y descansar, que amaneciera soleado, que me acercara a ver a Jesús
como todos los años, que no me doliera nada, porque aunque todos me preguntaba
que si me dolía algo, yo negaba, negaba…no quería que fuese realidad, quería
que amaneciera el Viernes Santo. Esa noche no fue una noche normal, yo quería
dormir y despertar y hacer la estación
de penitencia bajo las benditas trabajaderas de nuestra Madre de San Roque. Esa
noche no se repetía el sueño, que mas de un compañero de trabajadera tiene:
llegar tarde a la iglesia, se le olvida el costal o la papeleta de sitio para
poder acceder al ex Convento,…esa noche mi único sueño era que el dolor del
costado desapareciera, porque yo tenía un compromiso, una obligación, una promesa,
un deber… llevar a mi Virgen de San Roque.
La mañana llega, pero la realidad se hace palpable (y todavía no sabía el alcance de mi lesión), el dolor era aún más fuerte, el físico y el dolor de los sentimientos, cómo expresarlo, cómo hacer frente a una realidad: estaba muy mal y no podía hacer estación de penitencia. Y tuve que tomar la decisión, más importante y dura hasta ahora tomada por mí, como costalero, cómo decirle a mi bendita Madre que no podía estar allí, cómo no verla ni siquiera el Viernes Santo, cómo dar mi brazo a torcer y decirle a mi mujer que llamara a mi Capataz (Antonio Bueno) y que le informara que este año no contara conmigo, el dolor físico desapareció, el alma se arrugó y el corazón se ralentizó,…..qué se puede sentir en esos momentos, tus sueños rotos, lágrimas que no brotan, recuerdo del esperpento vivido, mi hija llorando y con las manos entrelazadas rezando en la ventana mientras veía llover y decía:”La Virgen no sale papi, de verdad”
La noticia se extiende empiezan
las llamadas a mi móvil, primero mi Capataz Antonio Bueno (teníamos que hablar,
tenía que darme ánimos) compañeros de trabajadera, Manuel Márquez, y tantos
otros fueron los primeros mensajes de apoyo y comienzan mi derrumbamiento, ¿qué
haré cuando no pueda estar de verdad en ese palo? ¿Cómo expresar que llegará un
tiempo que yo no esté ahí? ¿Qué sentiré cuando esta fecha se acerca?
Como un año más se repite el
mensaje de “buena estación de penitencia” de mi Hermano Miguel López….cómo
responder a ese mensaje, cómo decir a un Hermano que no me puedo mover, cómo
hablar con mi Compadre, Francisco Granados, el corazón no me dejaba articular
palabras Mi mente solo pensaba que mi tiempo soñado después de todo un año no
iba a llegar, estoy mal, muy mal que los sentimientos afloran y se hacen
incontrolables, la emoción me invadía, y mi mujer se hace portadora de malas
noticias y fue cuando empezó a correr la noticia:” Julio ha tenido un accidente
y no se mete”
Las llamadas, los mensajes,
amigos, compañeros, conocidos, los
teléfonos no dejan de sonar….mi interior grita:”que paren”, no puedo hablar, no puedo más, , y este apoyo
me hacía más fuerte y a la vez me derrumbaba más, al saber que no podría,
realizar estación de penitencia y disfrutar de mi gente debajo de nuestra
señora de San Roque.
Después de la tempestad llega la
relativa calma y sobre las 22:00 un
amigo de la Banda Municipal Alberto Rienda, me informa que la Hermandad estaba en la calle, no puedo
explicar lo que en ese momento recorrió todo mi cuerpo y mi mente, era una
sensación de estar contento por mi Hermandad y mis compañeros , pero por otro lado una espada fría me
atravesó de nuevo: yo no podía estar allí, yo no estaba con ellos, con todos y
cada uno de ellos, desde el primer nazareno hasta el último costalero de la
Hermandad, en esos momentos incluso llegué a pensar de una forma tan ruin y egoísta:¿
Por qué tenía que salir la Hermandad a la calle si yo no podía?, una mezcla de
rabia, impotencia, dolor …me invadía, Y la tempestad interior comienza de
nuevo, mi hermano Leo me detalla con unas palabras desgarradoras cómo mi hija
mira a su Bendita Virgen junto a sus padrinos, este año mi hija no encontraría
la mano de su padre agarrada al zanco y yo no escucharía sus palabras
alentadoras:”Papi ,¿vas bien?”.
¿Cómo se expresan con palabras el dolor del alma?....la
tempestad se agrava cuando “La Hermandad se vuelve tras sus pasos por causa del
tiempo”, mi tristeza se agranda, ya no por mí, sino por todos mis compañeros:
cuántas veces se cuentan los días para que llegue el día marcado en el
calendario, cuántos ensayos, cuántos sacrificios, cuánta ilusión…….y todo se
derrumba.
La luz del Domingo de
Resurrección llega, pero no llega como luz renovadora, llega para hacerme ver
la realidad que llevaba dos días negando, y en lugar de estar junto a mis
Amados Titulares, me encuentro en una habitación fría de hospital, con una
valoración grave por parte de los médicos: ¿cómo he soportado tanto dolor? ¿Cómo
se puede negar tantas veces la realidad? ¿Por qué este año? (que podía ser el
último) y entonces empecé a ser consciente de todo. ¿Qué fuerza tan poderosa es
la que nos lleva a actuar de esta forma? …….podríamos llamarla fe.
Solo me queda agradecer a todos
mis hermanos en Cristo (Capataces, Costaleros y Nazarenos), y digo bien, todos
mis hermanos, porque me consta que tanto la cuadrilla del Cristo Yacente como
la cuadrilla del Palio de San Roque pidieron por mí y por mi familia.
Gracias a mis amigos, amigos de
verdad, esos que al enterarse de la mala noticia rezaron a sus titulares, a los
que me acompañaron en casa y en el hospital e incluso hubo amigos que se
marcharon a su casa a dejar a su compañera inseparable de Semana Santa, con lo
que eso supone, esa que algunas veces refleja la vida, ¿verdad Francisco Granado?
Y por supuesto a mi mujer y mi hija, que lo pasaron peor que yo en esos días.
Hermano,impresionante tus palabras,eso es hablar con el Corazon,por eso te quiero tanto.
ResponderEliminarPero este año La Señora de Arahal saldrá por que sabe que lleva a su hijo Julio en el zanco entregandolo todo por ella y los sullos.
Un abrazo.
Buen artículo. Escribir, no sé si los has escrito, jajajaja, pero lo que es indudable es que hablan los sentimientos; y cuando van unidos a la fe, todo se hace mucho más fácil. Me alegro haberte conocido y que nuestra amistad perdure en el tiempo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, a ti, a tu familia y a todos los tuyos.