Buscaré a Dios por nuestras calles como así me enseñaron
desde niño. Surcaré esas esquinas donde fui dejando cada uno de los instantes
de mi existencia. Porque nunca negaré, -ni
quiero-, que mi corazón se forjó con trozos de un barrio de San Roque,
con carreras de niño en Plaza Vieja… Allí, justamente allí, empecé a aprender a
quererte. Allí…
Porque, ahora más que nunca, necesito encontrarme a Cristo
por la calle y escucharle decirme “YO SOY”. Y contemplarle, y mirarle, y
seguirle, y honrarle…
Señor, te buscaré esta Semana Santa, con la necesidad de comprobar que sigues
siendo mi Dios por primavera. Necesito ver cómo eres capaz Tú sólo de conmover
a muchedumbres. Necesito reconocerte en una “revirá” de ensueño en la que me dé
de bruces, cara a cara, con el dolor que de Ti ignoramos todo el año. Pobre yo,
nimio, cuando en incontables ocasiones no soy capaz de reconocerte en el rostro
de mis semejantes.
Te buscaré, te seguiré… Detrás de ti, siempre detrás de ti.
Y de nuevo tendré que reconocer que tu Esperanza es el único motivo que da
sentido a nuestras vidas. Eres verdad, eres la luz, eres perdón… ERES.
Perdóname Señor, porque sólo Tú puedes hacerlo. No hay mujer
ni hombre en este mundo que pueda atribuirse ese legado. Perdóname porque ello
es lo único que mantiene en pie mi aspiración.
No añoro más que lo que tengo porque ya es mucho lo mucho
que me has dado. No te pido, nada quiero, porque Tu Esperanza, aquella que un
Viernes del año sale a Arahal escoltada por el sentir de cientos y cientos de
nazarenos con verde raso y blanco de capa, esa Esperanza está en la sonrisa de
mis hijos, en la dedicación de una gran mujer como mi esposa, en el amor y
calor de una familia, en el abrazo de quienes sé de verdad que son amigos…
Por eso anhelo, este año más que nunca, cuando ya pasó el
candor del gran año que vivimos en torno a la figura de tu Madre, que seas Tú,
cierto, el protagonista. Pido a los cielos que este año, sí, tus hijos puedan
sacarte para mostrarte por todos los rincones de un pueblo que jamás necesitó tanto
tu figura como ahora. Deja que tu gente te pasee al caer la tarde. Déjalos,
Padre mío, porque ellos lo merecen. Tú lo sabes.
Y permite que al admirar tu semblante, todos comprendamos
que siempre nos debiera guiar una Esperanza, una añoranza, sólo un final: el
mirar por el bien del que esté al lado, el hacer de la concordia una bandera,
el anular eternamente las disputas…
SUEÑO, LO SÉ. SÉ QUE SÓLO SUEÑO. PERO BENDITO SUEÑO ES TU
ESPERANZA, SEÑOR MÍO.
Fco. Javier Rodríguez
Caro.
Foto: Fran Granado
Foto: Fran Granado
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