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Lo que hoy día vemos como rutinario, en aquellos años era de
incalculable valor y costoso realizar este tipo de documentales. Podemos ver Sevilla
en todo su esplendor, las tradiciones que había, los besamanos regados de fe
envueltos en el carismático mundo de la priostía, las subidas de las imágenes
en los pasos, el vestir de los costaleros, las organizaciones de las cofradías.
Y siempre ahí, siempre Sevilla esperando.
Imágenes que nos resultan tan cotidianas a día de hoy. Si
nos fijamos bien podemos ver como las imágenes marinas titulares de las
diferentes hermandades visten de forma
diferentes, las joyas resaltan la hermosura de las imágenes, joyas
dejadas por los hermanos pudientes de la hermandad, las camareras/os resaltaban
muchos más los hombros de las dolorosas, dejándonos ver más imponente si cabe las
imágenes.
Podemos ver como Sevilla vestía con sombrero y peineta, las
prendas que portaban los armaos, como Sevilla esperaba a su madre de la Esperanza en el atrio, como los balcones
se adornaban con macetas para ser atriles inesperados de cualquier saeta, como la
imagen del Gran Poder era acompañado por
ese silencio y respeto que a día de hoy hacen ver que el paso de esta hermandad
sea parte imprescindible de cualquier viandante llegado a la capital para tal
fecha.
Podemos como la Esperanza de Triana paseaba por el arenal y
como en la Hermandad del Santo Entierro parece que no pasa el tiempo.
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