Son pocas las ocasiones en las
que podemos plasmar nuestro sentimientos en un artículo, pocos los momentos que
nos sentamos delante “del papel” a mirarnos cara a cara. Por la rapidez
desacompasada que últimamente nos está tocando vivir.
Ya inmersos en esta nueva cuaresma,
deseosos de inundarnos de Fe, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor
Jesucristo y a pocos días de llegar nuestra gran reflexión, donde nos paramos a
pensar en el que ya no está con nosotros, a pensar en ese “yo” interno y
profundo, y a volver a revivir sentimientos de la niñez, a perdernos en ese mar
florido de azahares. Por eso hoy me he querido parar y ensalzar a “Mi compañera
de viaje”.
Título con un gran sentido y así
os lo cuento.
En primer lugar cuando escribo a
mi compañera de viaje me refiero, a esa madre, la que nos dio la luz, la vida, el cariño, la que no
entendía tanta sinrazón, tantos nervios y entendió que los sentimientos han de
ser respetados, que las tradiciones tienen que ser correspondidas y
comprendidas, sin decirnos media palabra, porque nuestra madre no hace falta
que nos hable, nos mira y entiende.
Cuando hablo de mi compañera de
viaje, también me refiero a la mujer, a la que elegimos para caminar por la
vida, por lo que siempre será la mejor: nuestra mujer, nuestra compañera. Ella,
que se sacrifica, la que acapara todo para que nuestra ausencia sea mínima,
para apoyarte en este viaje de locura en el que ya entrada la Cuaresma andamos
en un sinsentido, la que entiende las deshoras, la que está en las noches
largas y las dulces. Ella, que te ve y te comprende con una sola mirada, no
hacen falta palabras, el silencio que todo lo entiende, acepta que días tras
días le dedicamos a escribir y fotografiar con mayúsculas la historia para los
que vendrán. Ella, que te agarra la mano antes que asome una lagrima, y nos
avergüenza poder perder la fuerza, por el pellizco que nos da ponernos delante
de nuestros amados titulares,
diciéndonos “yo estoy contigo”, “siempre estaré contigo”. Por ella también, hoy
día somos quienes somos y tenemos lo que tenemos.
También cuando me refiero a “mi
compañera de viaje” la que ayuda a plasmar mis sentimientos, no puedo olvidarme
de la cámara de foto, la que sí que transmite mis sentimientos, la luz de alegría
del Domingo de Ramos, la luz renovadora del domingo de Resurrección, las sombras
de una Madrugá. Con ella vivo momentos
impresionantes, inenarrable, momentos que ni loco podría soñar.
Perderte por Arahal, sin rumbo,
dejándote llevar, siendo tu cicerone los sentidos: el olor a incienso, el olor
de azahar, sones tan nuestros que distinguen un ensayo, una exposición,…y tu estarás
ahí capturando para posteridad el más ínfimo detalle, ese que no se hace
perceptible a nuestra pupila. Y siempre con ella…
Ya cuando las hojas del
calendario se han ido cayendo, cuando los
fríos del invierno le van dejando paso a la fuerza renovadora de la primavera,
Arahal como todos los años se encuentra preñado de cuaresma, deseando que se
repita el momento, contando las horas
para que en San Roque se escuche “… abran las puertas del templo” y seguro
estaré acompañado de ella, por todas ellas y cada una de ellas, “Mi compañera de viaje”.
Fran Granado.
Foto: Mariano Ruesga
Foto: Mariano Ruesga
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