En esta segunda edición de la presentación del Cartel de la
Semana Santa de la Tertulia “El Cabido” de Arahal nos dirigimos a la taberna Cofrade “El Costal”. Un
rinconcito nuestro, donde poder tomar, degustar y pasar un buen rato acompañado
de buena música e imágenes de hoy y ayer
de nuestra Semana Santa.
La presentación del acto estaba destina a Dña. BELINDA CASTILLERO PORTILLO, miembro de la
Agrupación Musical Nuestra Señora de la Victoria, portando un instrumento muy
nuestro, muy arahelense como es la “lira”, signo ineludible de las Agrupaciones
Musicales y como sabemos la cuna de todas ellas bebe del manantial de nuestras
entrañas. También es miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de
Montemayor.
Belinda nos presentó el acto de esta joven tertulia siempre
relacionado todo alrededor del cartel de este año, obra de D.SAMUEL AMADOR. Samuel
es un joven fotógrafo cofrade que ya despunta en este arte, cuidadoso con el objetivo en busca de ese detalle perdido. Y ya dando
paso al presentador del cartel que corría a manos de D. JULIO SANTIAGO FERNÁNDEZ GÓMEZ. Julio es
cofrade de nacimiento, hermano de varias hermandades, tanto de Arahal como de
Morón y Sevilla. Tiene el don de la prosa y la historia literaria en sus
palabras, tiene ese duende que te mece cuando hablas con él. Amigo de sus
amigos, humilde y buena persona, siempre dispuesto a echar una mano y colaborar
en los actos de las Hermandades de nuestro pueblo, resaltar que ha tenido el
honor de ser pregonero de Arahal el pasado año.
Para despedir el acto, el presidente de la Tertulia Cofrade ANTONIO
CASTRO MARTÍN, entregó varios recuerdos a las personas que hicieron posible que
este día en la Taberna Cofrade “El Costal” todos disfrutáramos de un rato muy agradable.
PRESENTACIÓN DEL CARTEL DE LA TERTULIA “EL CABILDO”
Amigos, señores, señoras, todos
sean bienvenidos
Agradezco a esta tertulia cofrade “El Cabildo” por invitarme a este acto que organiza con tanto cariño en la sede de esta taberna “El Cortal”, punto referente en nuestra localidad de buenas y agradables tertulias cofradieras a lo largo de todo el año; y con ello porque, entre otras cosas, este momento y esta invitación me permiten estar entre grandes amigos como lo es, ya lo conocéis, miembro de este cónclave, Antonio Castro, entre nosotros.
Agradezco a esta tertulia cofrade “El Cabildo” por invitarme a este acto que organiza con tanto cariño en la sede de esta taberna “El Cortal”, punto referente en nuestra localidad de buenas y agradables tertulias cofradieras a lo largo de todo el año; y con ello porque, entre otras cosas, este momento y esta invitación me permiten estar entre grandes amigos como lo es, ya lo conocéis, miembro de este cónclave, Antonio Castro, entre nosotros.
Y aquí
he venido a cumplir con mi cometido de presentar este cartel que, parafraseando
al correo que me envió días pasados nuestro amigo Luna, “han elegido con toda
ilusión del mundo”.
Allá voy.
Restan
sin duda menos de cuarenta días, cuarenta quinarios, cuarenta ilusiones,
cuarenta empeños, cuarenta por cuarenta en nuestro cuerpos, agraciados y predestinados
ya para un arrebol de inciensos, azahares, pabilos, recuerdos, métrica de
cruces y ángulos rectos de ceras humeantes que aciertan su lenguaje sensitivo
en una voz callada de una semana distinta
a las demás.
Distinta
e incomparable a las demás y con un timbre de voz sigiloso y penitente,
como queriendo prevenir las trazas de
una Atlántida imposible de cirios y capirotes.
Una
grata consecuencia del calendario, pura y desnuda, que va inquiriendo el punto
más álgido donde el hombre vuelve a revestirse de una doble realidad temporal,
igual de real, igual de mágica.
Dos
tiempos: el tiempo interior y el tiempo exterior, según acunaba el filósofo
francés Henri Bersong.
Elaboraba
el filósofo Bersong esta idea
fundamental, y proponía que esa divergencia residía en la diferencia radical
entre el espíritu (que bien podríamos denominar como el tiempo interior) y la
materia (que podríamos configurarla como el tiempo exterior).
En el yo exterior, nos encontramos con una concatenación de
hechos que ocurren y acontecen en el tiempo espacial, donde la principal
premisa que rige a este fenómeno es el de la sucesión como una relación
puramente mecánica y metódica.
Mientras
que en el yo interior, los estados de conciencia se funden y organizan en una
unidad que no es espacial, sino que posee las características de la duración,
de la perdurabilidad; la memoria como una sobreposición de momentos, de
recuerdos, de ideas o de imágenes emocionantes, emotivas e inextinguibles.
Y
dirán: ¿Por qué nos cuenta todo esto?¿Qué relación guarda este filósofo francés
con la Semana Santa de Arahal?¿Sería este señor hermano numerario de alguna de
nuestras cofradías y nosotros no lo sabíamos?
No,
nada de ello.
Ello se
debe porque esta teoría filosófica que nació del pensamiento del filósofo
francés Henri Bersong es, precisamente, lo que está aconteciendo en este cartel
que ahora presentamos:
Lo
intuimos a las afueras; ese tiempo exterior –
del cartel- nos revela que ya ha pasado como de puntillas la Madrugada; que
es Viernes Santo por la mañana; que hace un frio y un rocío en la intemperie;
que la luz es aún una joven espiga de panes inocentes, y que Dios ya va camino,
irremisiblemente, del calvario, procurando la última “revirá” de su paso para
despedir al pueblo elegido que lo acoge entre sollozos y emociones contenidas
en torno de la plaza de su mismo nombre. El Dios Nazareno, el Dios de las cinco
cruces amarillas de Jerusalem, en pocos minutos, va a hacer entrada en su hogar
sagrado y estará a un paso mismo de convertirse en la Esperanza del hombre en
el patíbulo, más tarde, luego con la hora nona.
Pero
más allá de este acierto descriptivo, hay otra dimensión, más lenta, más
confusa, más subjetiva y más callada. Una regresión a nuestro ser íntimo e
inmanente. La revelación interior de algo que está muy alejado y que trasciende
del espacio bullicioso de la calle y de la gente. Tiempo detenido en el eco
sosegado de nuestra retentiva sensorial.
Es el
tiempo interior de esta obra fotográfica.
Y es
allí, sobre el hechizo intangible de poner nuestro ojos regresados hacia lo
hondo de las entrañas, donde volvemos a recobrar aquella primitiva imagen,
nuestro primer encuentro, siendo niños, con ese Dios con cruz colosal que se
intuye a lo lejos y difuso del azulejo, heredad añeja y amarilla de un tiempo
aterido en la nostalgia.
Es
también allí donde este ángel pasionario, que casi nos está robando toda la
atención por las pupilas, viene a decirnos que la zozobra se desmiente con el
credo de sus alas y que la liturgia no se narra sino es a bocanadas de una canastilla barroca y
flamenca con ocho travesaños a oscuras y cuarenta y ocho hombres valientes.
No
obstante y sin embargo, ahora somos nosotros mismos los que hemos de retomar
interiormente a esa plaza, a esa madrugada, a esa hora del día del Viernes
Santo por la mañana, anhelando, como siempre, que nunca acabe ese momento,
porque ya la gloria se nos está escapando de las manos.
Y es
precisamente ahí, en ese preciso instante de nuestro yo interior, de nuestro
tiempo interior, en ese estado de conmoción integral, es cuando Jesús El Nazareno
–por eso no se acierto visible en la
imagen- no está más cerca de regreso a la parroquia, no está más cerca del
calvario, no camina por la calle de la amarguras, sino que continuamente,
segundo a segundo de nuestro vida, se va acercando más y más al corazón de
nuestra fe, a la razón morada de nuestro amor.
Tiempo
interior que antes decía al citar al filósofo francés Bersong.
Todo
esto y mucho más es capaz de generar la imagen retenida, aquietada o perdurable
que alberga ese cartel de Semana Santa… ¿La imagen del tiempo sin tiempo del
niño?, como decía Cernuda…
Quién
sabe…
Muchas
gracias.
JULIO SANTIAGO FERNÁNDEZ GÓMEZ
Arahal a 23 días del mes de Febrero del 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario