viernes, 10 de abril de 2020

En el Recuerdo. Te buscaré. Fco. Javier Rodríguez Caro

Buscaré a Dios por nuestras calles como así me enseñaron desde niño. Surcaré esas esquinas donde fui dejando cada uno de los instantes de mi existencia. Porque nunca negaré, -ni  quiero-, que mi corazón se forjó con trozos de un barrio de San Roque, con carreras de niño en Plaza Vieja… Allí, justamente allí, empecé a aprender a quererte. Allí…
Porque, ahora más que nunca, necesito encontrarme a Cristo por la calle y escucharle decirme “YO SOY”. Y contemplarle, y mirarle, y seguirle, y honrarle…
Señor, te buscaré esta Semana Santa,  con la necesidad de comprobar que sigues siendo mi Dios por primavera. Necesito ver cómo eres capaz Tú sólo de conmover a muchedumbres. Necesito reconocerte en una “revirá” de ensueño en la que me dé de bruces, cara a cara, con el dolor que de Ti ignoramos todo el año. Pobre yo, nimio, cuando en incontables ocasiones no soy capaz de reconocerte en el rostro de mis semejantes.
Te buscaré, te seguiré… Detrás de ti, siempre detrás de ti. Y de nuevo tendré que reconocer que tu Esperanza es el único motivo que da sentido a nuestras vidas. Eres verdad, eres la luz, eres perdón… ERES.
Perdóname Señor, porque sólo Tú puedes hacerlo. No hay mujer ni hombre en este mundo que pueda atribuirse ese legado. Perdóname porque ello es lo único que mantiene en pie mi aspiración.
No añoro más que lo que tengo porque ya es mucho lo mucho que me has dado. No te pido, nada quiero, porque Tu Esperanza, aquella que un Viernes del año sale a Arahal escoltada por el sentir de cientos y cientos de nazarenos con verde raso y blanco de capa, esa Esperanza está en la sonrisa de mis hijos, en la dedicación de una gran mujer como mi esposa, en el amor y calor de una familia, en el abrazo de quienes sé de verdad que son amigos…
Por eso anhelo, este año más que nunca, cuando ya pasó el candor del gran año que vivimos en torno a la figura de tu Madre, que seas Tú, cierto, el protagonista. Pido a los cielos que este año, sí, tus hijos puedan sacarte para mostrarte por todos los rincones de un pueblo que jamás necesitó tanto tu figura como ahora. Deja que tu gente te pasee al caer la tarde. Déjalos, Padre mío, porque ellos lo merecen. Tú lo sabes.
Y permite que al admirar tu semblante, todos comprendamos que siempre nos debiera guiar una Esperanza, una añoranza, sólo un final: el mirar por el bien del que esté al lado, el hacer de la concordia una bandera, el anular eternamente las disputas…
SUEÑO, LO SÉ. SÉ QUE SÓLO SUEÑO. PERO BENDITO SUEÑO ES TU ESPERANZA, SEÑOR MÍO.     

Fco. Javier Rodríguez Caro.
Foto: Fran Granado

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