jueves, 2 de abril de 2020

En el Recuerdo. Espera. Francisco Robles

Francisco Robles.Viene la tarde envuelta en el celofán de la lluvia. El otoño está al caer si nos asomamos a la tristeza líquida de las ventanas. Mas todo es un espejismo. Esta lluvia servirá para que el azahar se haga visible cuando lleguen los días azules. Palpable. Un aroma real como el desasosiego que se clava a partir de hoy en el espíritu de la ciudad. El sevillano está preso de la angustia del tiempo. Vive las vísperas con tal intensidad que luego es incapaz de gozar cuando legan los días de la plenitud. "Esto ya está acabándose", dirán los más jartibles a partir de hoy. Y cuando salga la Borriquita no tendrán más remedio que echarse a llorar ante el final inminente de la fiesta. De la Soledad ni hablamos.
El capillita no sufre por el carácter penitencial de la Cuaresma. Eso lo tiene más que asumido. Su dolor nace esa forma obsesiva de perseguir el tiempo, de intentar domeñarlo con ritos que nos creen la ilusión de que no pasan las horas porque todo vuelve. Es una neurosis como otra cualquiera que puede llevarnos a escuchar "Soleá dame la mano" en una playa atestada de bañistas o en las vísperas de la Navidad. Todo sea por detener al que nunca tropieza, por parar los pulsos de los almanaques. Como si eso fuera posible...
Somos barrocos de nacimiento. El "tempus fugit" lo llevamos marcado en la frente como una ceniza premonitoria, indeleble, que nos recuerda a cada momento lo efímero de la existencia. Frente a esa angustia, la maravilla de esos cultos donde la máquina barroquísima se pone en función del Crucificado que nos acoge con sus brazos eternamente abiertos, del Nazareno que convierte el verso machadiano en una letanía y hace camino al andar, de la Madre que siempre espera... Es Miércoles de Ceniza. Bienvenidos a las puertas de este paraíso que el lo contrario del infierno de Dante: en esa Semana encontraremos la Esperanza.
Foto: Fran Granado

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