Cofrades de Arahal. Seguramente todos conocemos personas que defraudan a Hacienda o que no contribuyen en la medida que les correspondería. Con todo, el comportamiento censurable de algunos no justifica la inhibición, la mentira o la ocultación, como tampoco lo justifica el posible desacuerdo con el destino que las Administraciones dan a parte de las cantidades que recaudan.
La liquidación anual de nuestros impuestos nos brinda la oportunidad de ayudar a la Iglesia, marcando con una crucecita la correspondiente casilla del impreso de la declaración. Con ello, expresamos nuestra voluntad de que una pequeña parte de nuestros impuestos, el 0,7 %, se destine a la Iglesia católica. En el año 2010 un 43,08 % de los sevillanos obligados a presentar la Declaración, marcaron la crucecita a favor de la Iglesia católica, en total 315.973 personas, 3.269 más que en el año anterior. En nombre de nuestra Iglesia diocesana, les agradezco este gesto que significa elocuentemente su amor a la Iglesia o su aprecio del servicio que ésta presta a la sociedad.
Conviene aclarar que marcar la crucecita no supone pagar más impuestos. Hemos de hacerlo incluso en el caso de que nuestra declaración resulte a devolver. Hay que advertir además que existe la posibilidad de marcar simultáneamente la casilla destinada a "otros fines sociales". En este caso son las ONGs para el desarrollo las destinatarias del mismo porcentaje que percibe la Iglesia. Entre ellas se encuentran muchas organizaciones católicas que trabajan al servicio de los más pobres.
Hay muchas razones para tomar muy en serio esta responsabilidad. La Iglesia es el seno materno en el que hemos sido engendrados como hijos de Dios por el bautismo. Ella nos anuncia a Jesucristo y nos ofrece los bienes de la salvación, la vida divina, el perdón de los pecados, el pan de la Palabra y de la Eucaristía. Ella nos permite
vivir comunitariamente nuestra fe y es el ámbito natural de nuestro encuentro con el Señor. El culto a Dios y el ejercicio de la religión, por otra parte, contribuye grandemente al bien común de la sociedad, pues genera cohesión social, cultura, civismo y educación; forma personas honestas y buenos ciudadanos, favorece el desarrollo verdadero de las personas y de los pueblos y es fuente de valores como la solidaridad, la justicia y la convivencia pacífica.
Es verdad que la Iglesia es una institución de naturaleza espiritual en su origen, en su fin y en los medios de los que se sirve para alcanzar dicho fin. Pero es también cierto que necesita medios económicos para cumplir su misión. Nuestra Archidiócesis necesita medios para retribuir a sus sacerdotes, asegurar el funcionamiento de la Curia y los servicios pastorales, cuidar su patrimonio artístico, construir nuevos templos y seguir haciendo el bien, ayudando a las misiones, sirviendo a los pobres, a los enfermos, a las personas que viven solas, a los jóvenes, a los niños, a los ancianos y a las familias. Especial interés deben suscitar en nosotros nuestros Seminarios, sobre todo en este año el Seminario Menor, que inauguraremos en septiembre, y que previamente tenemos que dotar.
Invito a los sacerdotes a comentar brevemente en la Eucaristía de los próximos domingos el contenido de esta carta semanal, que dirijo también a los no creyentes o no practicantes que valoran el trabajo de la Iglesia al servicio del hombre. A todos os pido con humildad y confianza que marquéis con una cruz la casilla destinada al sostenimiento de la Iglesia. Los católicos manifestamos de este modo plásticamente nuestro amor a la santa madre Iglesia y nuestra gratitud al Señor por el don de la fe. Os invito también a suscribiros con aportaciones periódicas mensuales, trimestrales, semestrales o anuales al sostenimiento de la Archidiócesis. Podéis utilizar el boletín que se os entregará en vuestras parroquias con ocasión de esta campaña.
Termino con un texto de San Pablo escrito con ocasión de una colecta a favor de una de sus iglesias: "Que cada uno actúe según el dictado de su corazón, no de mala gana, ni como obligado, porque Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9,7). Si amamos a la Iglesia, conscientes de lo que ella es y representa para nosotros, estoy seguro de que acogeréis de buen grado mi invitación. El Señor os lo recompensará.
Con mi gratitud anticipada, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.
Desde comienzos de mayo hasta finales de junio, estamos convocados a presentar la Declaración de la renta. Contribuiremos así, cada cual en proporción a sus ingresos, al bien común y al funcionamiento de los servicios públicos que el Estado nos presta. Pagar los impuestos es un deber ciudadano. Para los cristianos es un deber moral y de conciencia. Con nuestra contribución económica veraz, estamos propiciando la redistribución de los bienes de la tierra y ayudamos a los más pobres, que de otra forma no podrían disfrutar de los servicios públicos imprescindibles.
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